miércoles, 18 de noviembre de 2009

Arroyo El Gato bomba sanitaria y social

Nota del Diario el Dia
Convertidos en cloacas químicas, El Gato y el Rodríguez concentran cada vez más familias a su vera
Por NICOLÁS MALDONADO




Una bruma espesa, como un nube venenosa, se alza sobre la superficie del agua. A la vera del arroyo El Gato, en Ringuelet, el día comienza con una pestilencia que hace difícil respirar. De nada sirve cerrar ventanas y puertas. El olor -una mezcla de materia fecal y químicos- se cuela por las hendijas de la casa de Pascual Zárate (56). Aunque se ha pasado la vida subsistiendo con lo que otros tiran; aquello -dice- es "una maldición". No se refiere sólo al olor, sino al paisaje que se ve desde la ventana de su cocina. Donde alguna vez hubo un arroyo, hoy existe una cloaca que se abre camino entre montañas de pañales, botellas y bolsas de basura a lo largo de kilómetros.

Tras años de impunidad ambiental, El Gato y otros arroyos que atraviesan La Plata terminaron de consolidarse como los vertederos naturales de materia fecal y residuos químicos. Hoy son cauces muertos por los que viajan a diario cientos de toneladas de los peores desechos contaminantes que genera nuestra Región. Claro que pocos lo ven; sin contar las cerca de 35 mil personas que viven sobre sus orillas.


Sheila y Roberto Arias juegan a la orilla de El Gato en el barrio El Triunfo. Su familia es una de las cinco mil que viven a su vera"

En su mayoría muy humildes -ya que la vera de los arroyos, por ser territorio fiscal, resulta campo fértil para asentamientos-, esas familias pagan hoy con enfermedad buena parte de las comodidades que otros disfrutan. Por negligencia del Estado, los residuos de pesticidas que nos permiten tener alimentos frescos y hasta la carga del camión atmosférico que desagota la cámara de nuestra casa terminan, junto a otros desechos industriales, en el patio de atrás de Pascual Zárate y sus vecinos.

Quien crea, sin embargo, que se trata sólo de un problema para un puñado de familias comete un grueso error de cálculo. Después de pasar por la casa de Zárate, todo ese caudal de contaminación desemboca, sin tratamiento alguno, en el Río de la Plata. No en una playa lejana; sino a novecientos metros de la toma de agua que abastece a la mitad de los platenses.

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